Australia es un claro ejemplo de isla donde las especies invasoras han causado verdaderos estragos entre las poblaciones autóctonas. En esta isla continente, donde la flora y la fauna había evolucionado de forma independiente a la del resto del mundo durante millones de años, los colonizadores europeos introdujeron dos docenas de conejos para poder emular las cacerías que se realizaban en Gran Bretaña. Fue en 1859, y en menos de un siglo estos roedores experimentaron un crecimiento demográfico extraordinario, apoyado por la ausencia de sus depredadores y parásitos naturales. En pocos años se convirtieron en una auténtica plaga, constituida por más de 600 millones de individuos.
Entonces, para acabar con ellos, se recurrió al zorro europeo, pero sus ejemplares se dedicaron a atacar a marsupiales endémicos no adaptados a este depredador. La introducción del virus de la mixomatosis redujo en los años cincuenta las poblaciones de conejos, pero en unas pocas décadas éstos consiguieron también hacerse inmunes.
La devastadora plaga cuesta la friolera de 90 millones de dólares cada año a los agricultores.
